Anónimos ya está disponible
No resulta nada fácil vivir con la permanente sensación de que te encuentras en peligro, acudir al trabajo pensando que la muerte puede surgir de cualquier ventana, cualquier tejado, cualquier coche que pasa cerca. Era incapaz de concentrarme en mis artículos, todo me sobresaltaba, desconfiaba de la gente, de mis compañeros, de mis vecinos, de los rostros inexpresivos con los que me cruzaba por la calle. Cambié de sitio mi mesa de trabajo, así como la distribución de los muebles de casa, con la intención de no sentarme nunca cerca de una ventana. A veces, en la soledad de mi casa, me movía de un lado a otro a gatas, procurando encender las mínimas luces. Cambié las cerraduras, blindé la puerta, y corría por la calle siempre que salía, procurando ocultarme en los quicios de los portales cada cierto tiempo, con la intención de vigilar las alturas.